lunes, 1 de octubre de 2018

Festival de la palabra en Garafría. Cartas de amor.



El sábado 29, Ana Vidal se fue con su Olimpia de toda la vida al Festival de la palabra en Garafría, en la isla de La Palma. Dos días antes lanzó a las redes un aviso para navegantes. Se requerían cartas de amor para que participaran de alguna manera en ese festival. Además de las cartas que escribirían en directo aquellos que se animaran y la propia Ana. Yo procuro participar en cualquier evento en el que esté involucrada Ana Vidal, porque ella, queriendo o sin querer, le da a todo un brillo especial, incluso a aquello que tal vez ni siquiera lo tenga. Esta fue mi apuesta, y seguro que pasado por su rutilante tamiz, una luz especial se apoderó de él. 


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Balduque, 2 del 2 del 2222
Te vi, y aún te espero. Te vi por última vez detrás del fieltro negro del ilusionista. Te vi mujer de lentejuelas, de seda argéntea, brillar en bambalinas. Te vi encerrada en aquel cajón angosto, bailar tus miembros de uno a otro lado sin ver jamás que perdieras la sonrisa. Te vi mujer rompecabezas, hecha pedazos en los dados falsos de un feriante de segunda. Te vi desafiar las leyes de la física, desde la butaca espía que pagaba en el gallinero de cada pueblo que recorría vuestra troupe; flotar cubierta por un manto de franela en el aire viciado del teatro. Elevarte sobre el humo grisáceo del tabaco y el polvo del camino, sacado a la palestra por los haces de luz que rompían la penumbra. Te vi aparecer en cada sueño y desaparecer después llevada por un viento helado al rincón donde se esconden los deseos, al otro lado del mundo. Tan lejos que nunca pude tocarte con los dedos ni besar los labios dorados con los que lanzabas besos al público anónimo y remoto. Te vi en la nada, en ese instante invisible en el que no existe la materia, pedir auxilio para sacar tu cuerpo de paloma de aquella jaula de mentiras. Te vi, mujer de alas blancas, y aún te espero, entre las ramas perdidas de un árbol cualquiera en un bosque de Ávalon. Te vi en los versos apócrifos de un poeta de entreguerras, en el hechizo gastado de una celestina de opereta. Te vi, y aún te espero, en esta cárcel de amor que forja sin barrotes la esperanza. 

Si algún día convirtiera esta carta en un microrrelato lo titularía:
La mujer del mago




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