El sábado 29, Ana Vidal se fue con su Olimpia de toda la vida al Festival de la palabra en Garafría, en la isla de La Palma. Dos días antes lanzó a las redes un aviso para navegantes. Se requerían cartas de amor para que participaran de alguna manera en ese festival. Además de las cartas que escribirían en directo aquellos que se animaran y la propia Ana. Yo procuro participar en cualquier evento en el que esté involucrada Ana Vidal, porque ella, queriendo o sin querer, le da a todo un brillo especial, incluso a aquello que tal vez ni siquiera lo tenga. Esta fue mi apuesta, y seguro que pasado por su rutilante tamiz, una luz especial se apoderó de él.
Balduque, 2 del 2 del 2222
Te
vi, y aún te espero. Te vi por última vez detrás del fieltro negro del
ilusionista. Te vi mujer de lentejuelas, de seda argéntea, brillar en
bambalinas. Te vi encerrada en aquel cajón angosto, bailar tus miembros de uno
a otro lado sin ver jamás que perdieras la sonrisa. Te vi mujer rompecabezas,
hecha pedazos en los dados falsos de un feriante de segunda. Te vi desafiar las
leyes de la física, desde la butaca espía que pagaba en el gallinero de cada
pueblo que recorría vuestra troupe;
flotar cubierta por un manto de franela en el aire viciado del teatro. Elevarte
sobre el humo grisáceo del tabaco y el polvo del camino, sacado a la palestra
por los haces de luz que rompían la penumbra. Te vi aparecer en cada sueño y
desaparecer después llevada por un viento helado al rincón donde se esconden
los deseos, al otro lado del mundo. Tan lejos que nunca pude tocarte con los
dedos ni besar los labios dorados con los que lanzabas besos al público anónimo
y remoto. Te vi en la nada, en ese instante invisible en el que no existe la
materia, pedir auxilio para sacar tu cuerpo de paloma de aquella jaula de
mentiras. Te vi, mujer de alas blancas, y aún te espero, entre las ramas
perdidas de un árbol cualquiera en un bosque de Ávalon. Te vi en los versos
apócrifos de un poeta de entreguerras, en el hechizo gastado de una celestina
de opereta. Te vi, y aún te espero, en esta cárcel de amor que forja sin
barrotes la esperanza.
Si algún día convirtiera esta carta en un microrrelato lo titularía:
La mujer del mago
Si algún día convirtiera esta carta en un microrrelato lo titularía:
La mujer del mago
La ilusionista. Gracias, Juancho, por tu magia y tus palabras de amor.
ResponderEliminarAbrazo
Gracias a ti siempre!!! Bssss!!!
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