jueves, 13 de septiembre de 2018

XII edición de Relatos en Cadena. Setiembre. Episodio I

Septiembre es, en muchos sentidos, cuando comienza el año. Un montón de buenos propósitos se arremolinan en nuestra cabeza con la intención de ser realizadas. Ir al gimnasio, empezar una dieta, aquel coleccionable que siempre quisimos terminar. Septiembre rivaliza con enero, o en cierto sentido, ambos meses son el punto de partida de futuras decepciones. Para un escritor, por muy incipiente que sea, el mayor objetivo es escribir más. Olvidarse del pasado procrastinador, hincar los codos, estirar los dedos y hacer que ardan las teclas del portátil. Esa es la ilusión con la que empiezo este nuevo curso de relatos en cadena. Escribir tres micros por semana. Sea cual sea la frase. Me guste más o menos. Exprimir el magín hasta que salga algo coherente, digno de ser leído y que, a ser posible, consiga emocionar a alguien. Y buscar el tiempo hasta debajo de las piedras. La primera semana puedo estar feliz de haber conseguido sacar adelante este deseo. Tres micros tres, con la buena noticia además de que uno de ellos, Aprender a volar, ha sido seleccionado uno de los tres finalistas semanales. Esto anima, no lo voy a negar, pero sobre todo me alegra el haber sido capaz de escribir los tres micros pretendidos.
Después de este ladrillo de introducción, vamos a lo que de verdad importa. Estos son los tres micros presentados la primera semana de XII edición de Relatos en Cadena, el programa de la cadena SER que fomenta la escritura de microrrelatos.


Aprender a volar


El baúl de los juguetes está cada vez más vacío. Desde que brotaron las alas en la espalda de los niños, revolotean todo el rato de un lado para otro. Entran y salen por las ventanas de su habitación, casi siempre sin permiso. Su padre y yo cenamos solos muchas noches y cuando por fin llegan a casa, justifican su desgana contando que han cazado alguna paloma distraída o una bandada de estorninos. Intentamos restaurar la antigua disciplina, los viejos horarios, que su habitación estuviera siempre recogida, los hábitos de estudio; sin lograrlo. Muchos padres han llenado de barrotes las ventanas, pero un canto plomizo tapiza de amargura la ciudad.

Imagen de Hugo Urlacher. Ángel con alas amarillas

Caldo de desamparo

El baúl de los juguetes está cada vez más vacío. En las estanterías los libros buscan de reojo algún lector. Los niños de la vecina ya no vienen a buscar su pan con chocolate o las rosquillas del domingo. El perro dormita como si fuera una alfombra sujeta al suelo por el tiempo. Los besos antiguos flotan en el aire como pompas de jabón irreductibles. Las voces ocupan los rincones como arañas patilargas. En la terraza brotan flores de cristal. Dentro del frigorífico espera la tarta del último cumpleaños. La llama de las velas se conserva todavía fresca y un regalo olvidado se esconde en el fondo del armario.


Última estación

El baúl de los juguetes está cada vez más vacío. Casi nunca hay leche en el frigorífico. Dentro del armario ya no quedan pantalones de peto ni jerséis hechos a punto de perlé. Las luces, las pocas veces que se encienden, tienen un lastimero tono amarillo. Los gatos, que entraban y salían por las ventanas a su antojo, dejaron de venir a acurrucarse en el sofá y en los cojines que adornaban las camas de los niños. Los grifos no dejan de gotear en las largas noches que dilatan el invierno. La nieve no solo blanquea nuestras sienes, sino que ha congelado a la muerte que acecha en el dintel.


Una de las cosas que más me cuesta de cada publicación es elegir una buena imagen que complemente el micro, que lo enriquezca a veces. En este nueve formato REC de tres relatos, si la pereza no me domina ni me abandonan las musas, buscaré una para el micro que más me convenza, porque elegir una para cada micro supondría un trabajo ímprobo. Esta imagen de Hugo Urlecher me parece impresionante, con seguridad lo mejor de esta entrada, pero además creo que le viene a Aprender a volar como anillo al dedo.

Me temo que esta entrada se va a alargar en exceso, pero no puedo dejar de colgar el enlace hasta la página de la Escuela de escritores en la que se pueden leer los otros dos cuentos finalistas, el de Paloma Casado, El monstruo y el de Alberto Muñoz, Gemelas, que fue el que se llevo la victoria.

Nunca he hecho esto, pero voy a intentar colgar también el audio de la Ventana en el que se desarrolla el concurso de Relatos en Cadena. A partir del minuto treinta más o menos.

10 comentarios:

  1. Para mí tú micro era el ganador, sin desmerecer los demás.
    Creo que este año te escucharé más de una vez en la Ser, y ya verá si también en la final.
    Un abrazo.

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    1. "tu" micro quise decir, dichoso corrector...

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    2. Muchas gracias Yolanda!!!! Está difícil la cosa, la competencia es muy dura, pero este año quiero por lo menos ser algo más constante, a ver si así aumentan algo mis posibilidades. Suerte para ti también!!! Besosss!!!

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  2. A mí también me pareció fantástico. Muy original y bonito a rabiar. Muchas felicidades.

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    1. Muchas gracias Marta!!! No sé por qué, meter unas alas en un relato suele dar muy buenos resultados. Suerte!!! Besosss!!

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    2. En eso tienes razón, alas y sirenas están condenados, yo también tuve unas alas en el ReC que no pasaron de la semanal, aunque no era tan buen relato como este tuyo la verdad.

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    3. Es todo muy subjetivo, las votaciones están sujetas a muchos condicionantes, el gusto personal, el momento, la lectura, incluso puede que el orden en el que sean leídos. Pero la verdadera recompensa es escribir. Siempre me acuerdo de tu micro del niño y la bala que publicaste en unas microjustas. De antología...

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    4. Ayyy aquel micro. Tardé meses en enterarme de que había obtenido el reconocimiento de los participantes, no me aclaraba bien con la página y había dejado de entrar. Qué recuerdos! Cómo va pasando el tiempo...

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  3. Es un propósito ambiciosos que te está dando resultados desde ya. Muchísimas felicidades!!

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    1. Un poco de suerte siempre viene bien, y desde luego anima... Muchas gracias Luisa!!!! Bsssss!!!

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