Este año en ENTC se han metido en obras. Han pintado la casa y han movido algunos muebles, aunque la esencia sigue siendo la misma. Las propuestas, fotos en blanco y negro, 6 oportunidades en doce meses. La primera es una sugerente imagen que parece salir del corazón de la gran manzana del fotógrafo americano Thomas Hoepker.
Nadie conoce a nadie
El café está frío. Como el pavo. Como las salchichas que vende el negro Sam en el puesto ambulante de la esquina. Así lo pone en su carromato destartalado, «prueba las salchichas del negro Sam, las mejores de todo Brooklyn». Y las vocea mientras se agarra el paquete con su enorme mano de antiguo recolector de los campos de algodón. «¡Charly!», «¡Charly!», me llama cuando paso y el puesto está vacío, sin conocer mi nombre ni mi cara, con la familiaridad de quien abre un agujero en sus recuerdos. Sin saber siquiera si me gustan las salchichas. Entonces dibujo en mi cara una sonrisa alegre de payaso y me excuso con un gesto divertido que provoca en el negro una enorme risotada que me acompaña hasta la cafetería; que persiste entre el ruido de la loza y las comandas; que guarnece el insípido emparedado y endulza cada trago de un café cargado en exceso. Que me aísla, por así decirlo, de la indolencia de los demás clientes. Dejo sobre la barra los sesenta y nueve dimes que me separan de Actlantic Avenue. Todavía no llueve. «¡Charly!,¡Charly!», grita el negro. Y me acerco, ahora sí, a pagar de rodillas su entusiasmo.
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