JAMS a pesar de tenernos acostumbrados, volvió a sorprendernos con una de sus vueltas de tuerca. Para celebrar el día del libro nos propuso, solo a los veinticinco primeros autores que llegaran, dar la vuelta a algunos de los títulos más célebres de la literatura universal, así, respetando el título, había que construir una historia que no tuviera nada que ver con la original. A mí me tocaron en suerte "El gato negro" y "El guardián entre el centeno". Por motivos para mí evidentes elegí "El gato negro" porque soy, desde mi más tierna adolescencia, adorador de Poe, queda confesado, y porque de "El guardián entre el centeno", y juro que lo he intentado en más de cuatro ocasiones, solo me gusta el título, queda dicho.
Más tarde se celebraría una votación popular de la que saldría la clasificación definitiva. Resultaron ganadores Tíndaro del Val y Paloma Casado y aquí podréis consultar la lista entera.
También podréis disfrutar en este enlace de la lectura de todos los micros que participaron en el evento.
La Ilustración elegida por Jams la podéis disfrutar más abajo, su autora Mercedes Marín.
Ilustración de Mercedes Marín |
El Gato Negro
Tras agarrar el picaporte me volví a mirar al coche con la sensación de que olvidaba algo. Llovía. El reflejo del neón resbalaba por la chapa. Filigranas de rosa y verde sobre un blanco de polvo moribundo. Maldita memoria. Entré. Una luz roja que mal iluminaba la barra, la voz rota de Sting implorando a Roxanne y un fuerte olor a alcohol mezclado con desinfectante barato, fueron el comité de bienvenida. Me quité la gabardina y la dejé en el guardarropa atendido por una gatita que, con mucha suerte, habría celebrado ayer su fiesta de mayoría de edad. A pesar de mi peste a poli, nadie se alarmó. Los de la barra continuaron bebiendo su whisky de garrafón animados por felinas mujeres de ojos brillantes y pieles escasas. Alrededor de las mesas, casi a oscuras, se ultimaban precios, tiempos y servicios, se ofrecían besos como caramelo, se posaban manos tentadoras y se abrían caminos hacia puertas falsas que daban paso a un mundo de habitaciones de doble fondo. Por la escalera, vigilada por un matón de mentón cuadrado, bajaron dos panteras hacía mí. Lo pactado. Por el nombre, más que un burdel, parecía haberme tocado la lotería. ¡Mierda!, los escrúpulos.
Imagen tomada de la red |