Felicidades Piel De Retales (Raquel Lozano), premiazo. También a Modes Lobato Marcos, a Lorenzo Rubio, a Towanda (Maria Sergia) Martín González, a Jesús Alfonso Redondo Lavín, a Raúl Gómez Lozano, a Ton Pedraz, a Carmen Orozco y a Margarita Fernández Gándara. Entre los diez primeros. La mayoría amigos, vamos como si hubiera ganado yo.
Me gustaba bastante como me había quedado uno de los micros que presenté a este concurso, pero las votaciones populares me hicieron caer enseguida del pedestal y, más tarde, su no inclusión en el libro de los cincuenta mejores. Aún así lo comparto. Habla de Cantabria, de Madrid, de Lindbergh y espero que os guste algo más de lo que ha gustado a los pocos votantes que he tenido en la página en la página creada por el Parlamento cántabro y al jurado del concurso.
En este enlace podéis leer los diez primeros clasificados de los 299 micros presentados.
También se va a editar un libro con los cincuenta mejores micros presentados al certamen, en el que también hay un buen número de amigos. No pongo los nombres para no hacer esto demasiado farragoso, y porque además Volver, no está entre los elegidos. Esto último es broma, podéis leerlos todos en este enlace.
Volver
No resultó fácil cambiar el murmullo del mar por el ruido del tráfico. Tampoco acostumbrarse al calor acre de los veranos, ni al frío seco que velaba de blanco el primer suelo diario de los inviernos madrileños. Echaba también de menos el sobrevolar de las gaviotas sobre su cabeza, el manto de estrellas de las noches despejadas de Cantabria y el olor a brezo de cada antigua primavera. Se equivocó al pensar que el amor mueve montañas y cuando aquella noche salió a perseguirlo, sus montes quedaron allí, anclados a las raíces de tilos y castaños, de laureles y de encinas. Diluidas las mieles del cariño por la escasez, el desdén y la rutina, mitigaba la nostalgia entre las páginas de La Voz de Cantabria: Lindbergh ameriza en Santoña. Entonces pensaba que sería más fácil volar hasta su casa que cruzar el Puerto del Escudo, y no podía evitar salir a la calle, bajar por Jordán hasta la vaquería del Nene, embriagarse de aquel olor que la devolvía a los pastos de su tierra, al buqué suave de los quesucos de la abuela y a recuperar, bajo un envoltorio de lágrimas, el sabor olvidado de la mar.